Un servicio protestante dicho en latín no deja de ser un servicio protestante, por el Rev. P. SÁENZ y ARRIAGA

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Un servicio protestante dicho en latín no deja de ser un servicio protestante, por el Rev. P. SÁENZ y ARRIAGA

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El problema principal de la “Nueva Misa” no es el latín… sino el Sacrificio de la Misa


Un servicio Protestante dicho en latín no deja de ser un servicio Protestante
(Pbro. Dr. Joaquín Sáenz y Arriaga)


Como un niño de diez años lo sabia antiguamente, para cada Sacramento se necesita la propia MATERIA y la propia FORMA. Sólo así es valido el Sacramento. En la Eucaristía, la MATERIA son el pan y el vino; y la FORMA son las palabras de la CONSAGRACIÓN, dichas por el Sacerdote, en nombre y representación de Cristo, con el poder de Cristo, en virtud de las cuales tienen lugar el cúmulo de prodigios, que, en lenguaje católico, se llama la TRANSUBSTANCIACIÓN. En lugar del pan y del vino queda ahí, bajo las especies eucarísticas, el CUERPO, LA SANGRE, EL ALMA Y LA DIVINIDAD DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO; todo Cristo en todo el pan y todo Cristo en cada parte de ese pan; todo Cristo en todo el vino y todo Cristo en cada gota de ese vino. La FORMA son palabras precisas que indican la especial naturaleza y efecto de cada Sacramento, administrado por una persona cualificada que quiere “hacer lo que la Iglesia hace” en esta administración.

Haciendo una clara distinción entre la fe personal y la moral, por un lado, y la intención, por otro, el CONCILIO DE TRENTO establece, por lo que toca al ministro, que “representando como representa, en esta función sagrada no a su propia persona, sino a la de Cristo, el ministro del sacramento, consiguientemente, sea él bueno o sea malo, válidamente los consagra y confiere, con tal de que USE LA MATERIA Y LA FORMA SIEMPRE USADA EN LA IGLESIA CATOLICA, según la institución de Cristo, y CON LA INTENCION DE HACER LO QUE LA IGLESIA HACE en esta administración”. Catecismo del Concilio de Trento, capitulo primero, Parte II, cuestión XIX.

Hasta que vino el Vaticano II, los simples fieles católicos nunca tuvieron necesidad de preocuparse acerca de la intención de sus sacerdotes que ofrecían la Santa Misa, ni del efecto que su intención pudiera tener sobre la validez de sus Misas. Los católicos sabían que, aunque un sacerdote hubiera perdido su fe o su vida moral, su Misa seguiría, sin embargo, siendo el Sacrificio del verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Jesucristo, mientras ese sacerdote quisiese hacer “lo que hace la Iglesia”. Y NI EL SACERDOTE NI LOS SIMPLES FIELES TUVIERON NUNCA LA DUDA DE QUE LO QUE LA IGLESIA PRETENDE HACER EN LA MISA ES OFRECER EL INCRUENTO SACRIFICIO DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DE CRISTO”. En las actuales circunstancias, aún para las personas que defienden la “posible” validez de la “nueva misa” es necesario investigar, no la fe o las virtudes del celebrante, sino si el “ministro presidente,” tiene o no tiene la intención de hacer lo que la iglesia hace o lo que hacen en su “CENA” los protestantes. Recordemos la famosa definición que la “INSTRUCCION GENERAL” nos dio de la “nueva misa” en el n° 7: “La Cena del Señor o Misa es la sagrada reunión o asamblea del pueblo de Dios, reunido bajo la presidencia del sacerdote para celebrar el MEMORIAL DEL SEÑOR”.

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InHocSignoVinces
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Tal definición -que era la oficial- no contiene ninguna mención del SACRIFICIO, ni de la REAL PRESENCIA, que de este Sacrificio resulta, DEL CUERPO Y DE LA SANGRE DE CRISTO, y puede aplicarse a cualquier otra reunión del pueblo de Dios o a la misma Cena protestante, que era lo que en realidad buscaban los autores del “Novus Ordo”. Y, aunque es verdad que, como un resultado de las legítimas protestas de los “tradicionalistas”, esta definición fue cambiada, a pesar de haber sido ya aprobada con la firma de Paulo VI, sin embargo, la nueva teología y los propósitos expresados en ella, quedaron como base y alma de la “nueva misa”. Una Iglesia que confecciona una “nueva misa”, es necesariamente una “nueva Iglesia”, “Lex orandi”, “Lex est Credendi”. “Como oramos, así creemos”. Y cualquier sacerdote que intenta hacer lo que esa “nueva Iglesia” hace NO ESTA OFRECIENDO UNA VERDADERA MISA, QUE SEA ACEPTA Y VÁLIDA. Y los católicos que reciben la “comunión” de esta “asamblea” -aunque sea dicha en latín sobre la TUMBA DE SAN PEDRO en Roma o en la mesa de una cafetería, NO RECIBEN EL CUERPO Y LA SANGRE DE JESUCRISTO, sino sólo pan y vino, o cualquier otra materia que quieran emplear los “ministros presidentes”.

Y que ninguno quiera refutarnos en esta nuestra decisiva no aceptación de la “nueva misa”, diciendo que, al menos, algunas versiones de esa “nueva misa” contienen todavía las palabras “sacrificio”, y “el Cuerpo y la Sangre de Cristo”. También las contiene la SANTA CENA de Tomás Cranmer, el en un tiempo arzobispo católico de Canterbury, que entre 1547 y 1553 destruyó la Fe católica en Inglaterra, destruyendo la Misa. Y cualquiera, que conozca la historia de la primera REFORMA en Inglaterra, se da perfecta cuenta de la manera como el Vaticano II -en un plan mundial, esta vez está siguiendo exactamente el mismo proceso de este apóstata del siglo XVI-, al dar margen para establecer la “nueva misa”, introdujo cautelosamente las mismas herejías del protestantismo anglicano: El primer paso fue el cambiar el LATIN por la “lengua del pueblo”. El segundo paso: Cambiar el ALTAR (representación del Calvario) por la “mesa”. El tercer paso: Cambiar el tradicional y secular CANON de la MISA por “cuatro oraciones eucarísticas”, que excluyen la verdadera noción de un verdadero SACRIFICIO. La única diferencia está en que Cranmer confesó sinceramente que el objeto de su REFORMA era destruir la IGLESIA CATOLICA ROMANA, ”la gran meretriz, la pestífera Sede de Roma”, introduciendo una “NUEVA SANTA CENA”, que no contuviese nada que pudiera ser “envuelto” para asemejarse “a la nunca suficientemente execrada Misa”. Los actuales sucesores de Cranmer prefirieron evidentemente un veneno más lento a una puñalada más descarada, como nos lo dio a entender el Cardenal de Westminster John Heenan “Hubiera sido temerario introducir a un mismo tiempo todos esos cambios. Evidentemente era más prudente hacer esos cambios gradual y suavemente. Si todos los cambios se hubieran introducido simultáneamente, todos os hubierais confundido” Carta Pastoral del 12 de octubre de 1969. PAULO VI Y EL VATICANO II SIGUIERON UN METODO IDENTICO AL USADO POR CRANMER.

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Entre las 27 razones dogmáticas, citadas por los Cardenales Ottaviani y Bacci, como una justificación para rechazar la “nueva misa”, la número 11, que trata del cambio de la FORMA de la Consagración, tiene especialísima importancia. Desde la INFALIBLE DEFINICION del Concilio de Trento, publicada por San Pío V en 1566, ningún católico habla dudado de la enseñanza de la Iglesia respecto a la FORMA de la Consagración de la Misa. CADA FORMA ES NECESARIA. Para la consagración del pan: “HOC EST ENIM CORPUS MEUM”. (Porque ESTE es mi CUERPO). Para la Consagración del vino: “HIC EST ENIM CALIX SANGUINIS MEI, NOVI ET AETERNI TESTAMENTI: MYSTERIUM FIDEI: QUI PRO VOBIS ET PRO MULTIS EFFUNDETUR IN REMISSIONEM PECCATORUM”. (Porque este es el cáliz de mi SANGRE, del nuevo y eterno TESTAMENTO: MISTERIO DE FE: que será derramada por vosotros y por MUCHOS, para remisión de los pecados).

De los treinta y seis Papas, que sucedieron a San Pío V, NI UNO solo se atrevió a cambiar UNA SOLA palabra de la forma de la Consagración. Y hasta hace diez años (entre 1958-1960 aproximadamente), incluso los más atrevidos liturgistas -conociendo tan bien como los otros católicos que cualquier cambio substancial ponía en peligro la misma validez de la Misa- todos estaban de común acuerdo en que NADIE, NI SIQUIERA UN PAPA podría o se atrevería jamás a tocar las palabras de la CONSAGRACION, ni todo el Canon, por la misma razón. Hasta que entra en escena el progresista pontífice (Montini-Pablo 6), exiliado a Milán por Pío XII, y escasamente en menos tiempo que fue necesario para que el pueblo se acostumbrase a ver a un Papa sin tiara, el mundo tuvo que aceptar que la única Misa permitida de aquí en adelante, es una NUEVA MISA, con FORMULAS abreviadas de la CONSAGRACIÓN y, a lo menos en una de ellas, con una oficial traducción MUTILADA. Los buhoneros de la “nueva misa” no perdieron ningún detalle. No era precisamente por motivos estéticos o decorativos por los que, en el pasado, todos los impresores de los Misales Romanos estaban obligados a imprimir la “FORMA DE LA CONSAGRACION” con tipos sobresalientes, distintos de los demás y colocados independientemente. La razón de esta prescripción era para que, aun visualmente, sobresaliese la acción sacrificial de los adjuntos meramente narrativos que precedían y seguían estas palabras. Esas palabras de la FORMULA, pronunciadas en tono distinto, solemne e imperativo, renuevan incruentamente el SACRIFICIO DE LA CRUZ, porque el celebrante las pronuncia en nombre de Cristo, con el poder, de Cristo, en representación de Cristo, para poner a CRISTO en estado de víctima sobre el altar. Muy ingenuos tendríamos que ser para pensar que es tan sólo “un accidente” por el que los reformadores han cambiado la misma impresión, en sus oraciones eucarísticas, en las que desaparecen las fórmulas de la Consagración, para darnos una versión mutilada de la misma narración de lo que acaeció en la última Cena del Señor.

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"De los treinta y seis Papas, que sucedieron a San Pío V, NI UNO solo se atrevió a cambiar UNA SOLA palabra de la forma de la Consagración. Y hasta hace diez años (entre 1958-1960 aproximadamente), incluso los más atrevidos liturgistas -conociendo tan bien como los otros católicos que cualquier cambio substancial ponía en peligro la misma validez de la Misa- todos estaban de común acuerdo en que NADIE, NI SIQUIERA UN PAPA podría o se atrevería jamás a tocar las palabras de la CONSAGRACION, ni todo el Canon, por la misma razón".
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Estando en este punto, en el cambio substancial de las fórmulas de la Consagración, la prueba principal de la INVALIDEZ SACRILEGA de la “nueva misa”, parece no sólo conveniente, sino necesario dedicar un estudio especial, en el próximo número de la revista TRENTO a demostrar que en la “nueva misa” sí hay cambios, y cambios substanciales en las palabras y en el sentido de la FORMA DE LA CONSAGRACION de la Misa tradicional, la verdadera única Misa de la Iglesia Católica, porque es la única en la que se perpetúa el SACRIFICIO CRUENTO DE LA CRUZ, de una manera incruenta.

Pero, antes, es necesario hacer ver a los fieles, el TRUCO inmenso, que con increíble audacia, se ha hecho al hacer estos cambios substanciales y sacrílegos, no en la versión latina de la “nueva misa” sino en las innumerables traducciones vernáculas. Dos motivos parecen obvios para llevar a este truco a los reformadores del siglo veinte: el primero, poder asegurar, al parecer con verdad, a todos los impugnadores, que, substancialmente, la nueva misa es la MISA TRADICIONAL, porque las fórmulas consecratorias en la versión latina que se supone es la oficial, aunque no la única, de la Iglesia, las formulas consagratorias del pan y del vino, son las mismas, en latín. Pero contra este truco increíble, debemos decir que, por orden de las Conferencias Episcopales, los sacerdotes han de celebrar ”la nueva misa” en lengua vernácula no en latín y con asistencia del pueblo. En segundo lugar, el pueblo que no entiende el latín, ni en la Misa tradicional no debía oír la FORMULA ya que el sacerdote debía pronunciarla en voz baja; ahora, en cambio, sí escucha y entiende lo que se dice, con lo que insensiblemente va aceptando las herejías protestantes. No se puede dar una razón satisfactoria para estos cambios, sino el facilitar la CENA PROTESTANTE, suprimiendo la MISA CATOLICA.


FIN
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¡Padre SÁENZ y ARRIAGA, ruegue por nosotros!
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