He aquí la prueba para dudar y negar la legitimidad del papa Montini : ¿Cómo puede ser legítimo un papa, que prácticamente ha dejado a la Iglesia sin el Santo Sacrificio de la Misa, sin el Santísimo Sacramento del Altar, sin la vida eucarística, que era el alma, la vida de la Iglesia? Inútiles fueron las severas advertencias de los Cardenales Ottaviani y Bacci; inútil el Breve Examen Crítico, hecho, bajo la dirección del prefecto del Santo Oficio por los mejores teólogos, canonistas y párrocos de Roma; inútiles los millones de telegramas y cartas que llegaron y siguen llegando al Vaticano para protestar por tan sacrílego atentado. Juan B. Montini, el débil, según dice el propio Paulo VI, se ha mantenido inconmovible en su postura, que es destructora no solo de la Eucaristía, sino de la Iglesia Católica. “Destruyamos la Misa, decía Lutero, y habremos destruido la Iglesia”.
Y así ha sucedido: las reformas litúrgicas, que tanto complacieron a don Sergio el de Cuernavaca y a todos sus seguidores y admiradores, abrieron paso a todas las herejías, a todos los escándalos, a toda esta espantosa REVOLUCIÓN en la Iglesia de Dios. ¿Qué ha quedado en pie? ¡Esta es la gran apostasía anunciada por Daniel (cap. VIII) y por San Pablo! ¡Este es el Reinado de Satanás! Después de estas palabras, mi primera pregunta está ya respondida: JUAN BAUTISTA MONTINI NO ES UN PAPA LEGITIMO. ¿Fue elegido válidamente? Ya dije que, al parecer, se cumplieron las formalidades canónicas para una recta elección. Pero, esta elección de iure no es suficiente para que sea válida. Se necesita que el elegido fuera sujeto capaz de ser elegido. Ahora bien, considerando todos los adjuntos personales de Juan B. Montini, no creo que sea temerario llegar a decir que, al ser elegido, él no tenía nuestra fe; que era un infiltrado, hábilmente preparado y discretamente aconsejado, para dirigir, desde arriba, la autodemolición de la Iglesia. Yo sé muy bien que él, en sus discursos turísticos, frecuentemente se lamenta y parece condenar, las herejías, la inmoralidad, las horrendas profanaciones, el desorden increíble, que estamos presenciando; pero esos lamentos no son sinceros; esa condenación nos es compatible con las atrocidades que, a ciencia y conciencia suya, se están llevando a cabo, en todo el mundo, con la colaboración de sus amigos: los judíos, los masones y el comunismo internacional.
La última reforma, que el día de hoy nos anuncia la prensa mundial sobre la elección de su sucesor, es un
gesto más que denuncia el plan preconcebido y hábilmente realizado por Paulo VI. Antes de salir para
Australia y Filipinas, en donde, por poco, pierde la vida, quiso también dar otro golpe para asegurar su
programa destructor, eliminando de un plumazo el derecho que secularmente tenían todos los cardenales
hábiles para asistir al cónclave y elegir a su sucesor. Pensó que todavía quedaban algunos cardenales
tradicionalistas, que, a lo mejor, podían impedir, con una indeseable elección, el que toda su obra reformista se
quedase paralizada por la actitud enérgica de un verdadero Papa. Juan B. Montini y su secretario de Estado el
Cardenal Villot, así como los Cardenales Danielou y Benelli están muy ocupados de no echar a perder, a última hora, la
protestantización y la judaización de la Iglesia.
Pero, suponiendo que los datos abundantes, que tenemos, para dudar de la ortodoxia de Juan B. Montini, al
tiempo de su elección; datos, que son ampliamente conocidos no sólo de Roma, sino en otras muchas partes
de Italia y fuera de Italia, fuesen insuficientes para que la elección de Paulo VI, canónicamente válida, in
radice fuese válida; en tal caso es evidente, después de lo mucho que hemos ya dicho (sin agotar, por eso, la
materia), que Paulo VI, al continuar ese Concilio revolucionario y destructor, al publicar sus documentos, al
imponer esa misa, que “impresionantemente se aleja de la teología católica del Concilio de Trento”, y que, por
tanto, favorece la herejía y hace que esa misa sea pecaminosa para los fieles, al no cumplir con los deberes fundamentales de un papa, al arrastrar a la Iglesia a esta confusión, a este desquiciamiento, a esta ruina espiritual de tantas almas, especialmente de sacerdotes y religiosos, ha dejado de ser papa, porque ha dejado de ser fundamento, la roca inconmovible, cayendo él personalmente en la herejía: una herejía que se obstina,
que no cede, que quiere, en ecuménico abrazo, fundir a todas las religiones, enalteciendo al hombre y los
valores humanos, sobre Dios y los valores divinos.
Algunos de mis lectores se estremecerán al leer estas páginas; creerán que he perdido la fe y caído en el
cisma. Pero los que así piensan no se acuerdan que todo el respeto, toda la obediencia, todo el amor filial que
debemos a un legítimo papa, según la doctrina de la fe católica, es del todo indebido a un usurpador o a un
traidor a Cristo, que nunca ha sido o ya no es ahora, después de su defección, un legítimo Papa.
A CONTINUACIÓN... EL ECUMENISMO, MEDIO EFICAZ PARA LA AUTODEMOLICION DE LA IGLESIA