Karol Wojtyla, EL GRAN HEREJE

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SANTO TOMÁS DE AQUINO. LA ESCOLÁSTICA


Santo Tomás de Aquino nació en el Castillo de Roccasecca, Italia, a fines
del año 1224. Murió en Fossanova el 7 de marzo de 1274. En 1244 se hizo
dominico. Al año siguiente marchó a París, donde tuvo por maestro a San
Alberto Magno, con quien vivió cuatro años, participando de sus ideales
religiosos y científicos. San Alberto Magno, maestro de Santo Tomás, nacido
en Ausburgo, Suabia, era también dominico y Maestro de Teología en la
Universidad de París. (También lo fue en Colonia). Es imposible separar los
nombres de Santo Tomás y su Maestro San Alberto llamado "el Grande"; éste
fue uno de los más extraordinarios talentos que han surgido en la Iglesia, y
hay que añadir que sin duda en la humanidad. La mole impresionante de sus
escritos versa desde la Historia Natural, la Filosofía, la Teología, la Exégesis y
la Mística. "Grande" fue llamado por su labor en defensa de la Fe Católica.
Santo Tomás, -otro talento inigualable, Santo y Doctor también- tuvo en aquel
maestro la fuente de su saber y el estímulo a su virtud. Ambos santos llenan no
sólo su época sino que su luz llega hasta el presente y lucirá hasta el fin, por
sus cimientos, su fuente que salta de la verdad eterna y con la cual no ha
habido quien pueda competir. Santo Tomás fue declarado por la Iglesia
"Doctor", título que sólo da a los grandes teólogos que resumen con seguridad
la doctrina, ofreciendo el patrimonio de la teología dogmática válida a
perpetuidad.



Santo Tomas pertenece a la Escuela de pensamiento llamada "Escolástica".
(Escuela, síntesis de doctrinas y método de enseñanza). La Escolástica se
inicia en la Iglesia con el gran San Anselmo en el siglo XI. Este santo abrió el
camino a una profunda investigación sobre los dogmas, y el sistema
escolástico consiste en que, poseída la verdad divina con una fe incondicional
y viva, trata de penetrar su contenido, ejercitando toda la fuerza y todos los
recursos del entendimiento. Este sistema es lógicamente preciso.
Perfeccionado hasta principios del siglo XVI, Santo Tomás en su tiempo es
considerado como el Maestro supremo de la Escolástica, de tal manera que al
título de Doctor añadió la Santa Iglesia el de "Común", "Doctor Común" o
"Doctor de las Gentes". Fue el método escolástico el empleado por Santo
Tomás en sus grandes exposiciones doctrinales. Sobresalen en sus obras la
"Suma contra los Gentiles" y la "Suma Teológica". El mérito de la Escolástica
consiste en que esta Escuela o método, empleada y ratificada por santos y
sabios Doctores, es la que ha sido aprobada y tenida como propia por la
Iglesia, de tal manera que apartarse de esta Filosofía, -la Filosofía Escolástica-
, es apartarse de la misma Iglesia. Así se llama -unido a la Escolástica-
"Tomismo" al método doctrinal de Santo Tomás, que es el obligatorio en la
Iglesia. La obligatoriedad de seguir la Escolástica y método de Santo Tomás
en los estudios teológicos y filosóficos de la Iglesia se halla contenida en un
Canon del Código de Derecho Canónico (el antiguo que continúa siendo el
válido en la verdadera Iglesia Católica). Este es el núm. 1366 donde se lee
sobre la enseñanza en los seminarios.



"Los profesores han de exponer la filosofía racional y la teología e informar
a los alumnos en estas disciplinas según los principios, el método y la doctrina
del Angélico Doctor, siguiéndolas con toda fidelidad"
(30).


Este Canon o ley obedece a lo dispuesto por los Sumos Pontífices a partir
del inmortal León XIII, y explicita las razones de dicha ley San Pío X quien es
su Encíclica Pascendi Dominici Gregis dice al respecto:

"Y a los maestros exhortamos a que tengan fijamente presente que el
apartarse del Doctor de Aquino en especial en cuestiones metafísicas, nunca
dejará de ser de gran peligro".



CONTINUARÁ...


(30) Código de Derecho Canónico. Biblioteca de Autores Cristianos, 1969, Pág. 532.
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¿Vale la pena redundar aquí en la cuestión de la importancia del Tomismo y
cómo han insistido en su conservación para la enseñanza filosófica y teológica
los últimos Papas?.. Creo que sí, y es más, que no es salirse del tema dedicar
unas líneas a esta cuestión, ya que se trata de hacer notar la enorme
trascendencia que tiene para la Iglesia Católica, el hecho de que a partir del
Vaticano II se haya ido abandonando la Escolástica, ¡hasta llegar a un "Papa"
antitomista!... Este trágico vuelco ha conducido a los estudiantes de la nueva
teología no sólo al desprecio de Santo Tomás, sino al "árido desprecio del
Magisterio mismo de la Iglesia",
como decía San Pío X. Y ha trastocado a tal
punto la enseñanza que se ha trocado el estudio de Santo Tomás por el de
Teilhard de Chardin. A esto se prestan las divagaciones contenidas en los
cánones del Nuevo Código de Derecho Canónico nacido de las reformas
postconciliares, acerca de la formación intelectual de los seminaristas, pues si
bien en unos cánones se insta a los maestros a basarse en la "filosofía perenne"
y a "tener como principal maestro a Santo Tomás" lo contenido en otros
cánones deja en la ambigüedad lo recomendado sobre la Escolástica, pues se
dice que los estudiantes -seminaristas- deben ser animados a "tener en cuenta
la investigación filosófica realizada en el progreso del tiempo",
para que esto
contribuya "a aguzar su mente", y los haga "capaces de examinar las
cuestiones con método científico realizadas por ellos mismos"
... Para que "ya
en el ministerio lo ejerzan todo adecuado a las necesidades del tiempo y del
lugar".
(Cánones de los números 247 al 252)(31).


Aquí cabe comentar, entonces, las "cuestiones" fundamentales que ofrecen
ya solucionadas la filosofía perenne, y la teología de la Iglesia, no bastan, sino
que los muchachos de los seminarios, después de leer lo que constituye la
enseñanza aprobada de la Iglesia, "deben, -o sea, pueden- examinar las
cuestiones con método científico (el propio) realizadas por ellos mismos".

Cabe decir que dicho método propio y científico lo realizó ya por ejemplo
Teilhard de Chardín aventando la Escolástica por la ventana. Con estas
aperturas quedan por ver muchos próximos entes de "genio aguzado", -más
aguzado que el de Santo Tomás-, inventando nuevas formas de Cristogénesis
y Cosmogonías eclesiales.



Aquí cabe una explicación acerca del antiguo y nuevo Derecho Canónico. El
antiguo "Código de Derecho Canónico" -que es el que sigue vigente para la
única Iglesia Católica- fue promulgado por el Papa Benedicto XV, pero no
constituyó una invención del momento. Su desarrollo data del siglo IV. En
este Derecho está contenido el Canon Nº 1366 que trata sobre la obligación de
seguir el método y doctrina de Santo Tomás en la enseñanza en los
seminarios.
Juan Paulo II por su parte tenía que reformar la ley de la Iglesia
como la Liturgia para ponerlas de acuerdo con las doctrinas heréticas del
Vaticano II.
Así promulgó un nuevo Derecho el 25 de enero de 1983,
veinticuatro años después de que Juan XXIII anunciara su intención de
reformar el antiguo Código. Juan Paulo II expresa claramente en su llamada
Constitución Apostólica Sacra Disciplinas Leges que esta nueva Ley (que,
repetimos mil veces, hasta en cuestiones de fe se opone a la permanente y
válida) ha sido formulada para obedecer -e imponer- el espíritu del Vaticano
II. Así dice en su documento por el cual entrega el Derecho reformado;

"El Código es un instrumento que corresponde de lleno a la
naturaleza de la Iglesia, especialmente como la presenta el
magisterio del Concilio Vaticano II en general, y de modo
particular en doctrina eclesiológica... De aquí se derivan
algunos criterios fundamentales por los que se debe regir el
Nuevo Código en el ámbito de su materia específica, así
como en el lenguaje relacionado con ella. Más aún: se
podría afirmar que de aquí proviene también el carácter
complementario que el Código representa con relación a la
enseñanza del Concilio Vaticano II de modo especial a las
dos Constituciones, la dogmática y la pastoral
(32).


Se trata, pues, de imponer las novedades, sobre todo en materia
eclesiológica. Para realizar esta revolución en la ley de la Iglesia por principio
en el nuevo Código se suprimieron 662 -seiscientos sesenta y dos- cánones de
los que formaban parte del antiguo, y entre los añadidos y reformados los hay
que contradicen la doctrina dogmática de la Iglesia en materia de sacramentos,
como el núm. 884 donde se dice que, en resumen, "los católicos pueden pedir
los sacramentos de la penitencia, eucaristía y unción de los enfermos a los
ministros no católicos, de las iglesias orientales u otras iglesias donde sean
válidos estos sacramentos... Lo mismo que los ministros católicos pueden
administrarlos a los miembros de estas iglesias, y también a los demás
cristianos que no están en plena comunión con la Iglesia".
El pretexto es que
"haya necesidad, o lo aconseje una verdadera utilidad espiritual", y que el
dicho intercambio de sacramentos entre cismáticos, herejes, y católicos, (claro
que ellos no nombran por su nombre a los separados o a medio separar) se
haga entre quienes tienen la "misma fe" en dichos sacramentos. Todo ésto
último deja la cuestión volando en el aire, pues sobrarán pretextos y
necesidades, como por ejemplo, la utilidad próxima que tendrá para los de la
secta, que comulguen todos, -cristianos o no- en el año dos mil, que es a lo
que van.



CONTINUARÁ...


(31) Ibid. (Reformado por Juan Paulo II) Biblioteca de Autores Cristianos, 1983. Págs. 101 a 105.
(32) Ibid. (Reformado por Juan Paulo II) Const. Sacrae Disciplinae Leges. Pág. XXXIX.
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LOS PAPAS CATÓLICOS CONDENAN EL
RECHAZO A SANTO TOMÁS



Hemos visto lo ordenado por S.S. León XIII y San Pío X, pero vale la pena
recordar a S.S. Pío XI en su Encíclica Studiorum Ducem del 29 de junio de
1923, insistiendo una y otra vez en que se cumpla todo lo prescrito por el
Canon 1366, y por último podemos recurrir a la gran encíclica Humani Generis
de S.S. Pío XII, del 12 de agosto de 1950. En ese entonces los Modernistas,
(conjunto de teólogos modernos que dice
San Pío X que "sus doctrinas
constituyen la Suma de todas las herejías"
), han introducido ya
descaradamente sus doctrinas -en particular el evolucionismo dogmático
basado en las modernas filosofías profanas en la Iglesia, oponiéndose con sus
conclusiones a la Escolástica y en particular a Santo Tomás. El resumen de las
teorías de los Modernistas es la afirmación de que "todo está sujeto a cambio,
no puede existir verdad inmutable, y lo que pudo ser verdadero en una época
resulta falso en otra".
Estas teorías encuentran amplio apoyo por ejemplo en la
Fenomenología de Husserl que profesa contra el Tomismo, Juan Paulo II,
junto con toda la secta postconciliar.



Pero es imposible hacer una exposición exhaustiva de la cuestión; los
lectores tienen mucho a qué recurrir; conozcan en resumen lo que una vez más
enseña con el poder del Magisterio Su Santidad Pío XII al respecto: Habla el
Papa sobre el espíritu evolucionista que respiran tantas filosofías de hoy,
lamentando que se hayan infiltrado en la teología, preconizando una teología
sujeta a cambio y evolución constantes; una teología que nunca aprehende la
verdad de manera firme y estable; una teología que padecería el verdadero
suplicio de Tántalo, pues cuando le parecería llegar a la verdad, se le
escaparía, porque la ley inexorable de la actualidad que pasa, del ahora que
desaparece, la convertiría en cosa ya completamente distinta de lo que era. Y
señala particularmente en Humani Generis (porque también se expresó al
respecto en otras ocasiones, alocuciones por ejemplo) la nota de desprecio que
caracteriza a los filósofos y teólogos modernistas de las nociones tradicionales
de la teología escolástica. Dice, respondiendo a la inculpación de que se trata
de nociones que una vez sirvieron pero ya no sirven:


"Lo que los doctores católicos, con general aprobación, han
ido componiendo durante el espacio de varios siglos para
llegar a obtener alguna inteligencia del dogma no se funda,
indudablemente, en cimientos deleznables; Se funda
realmente en principios y nociones deducidas de las cosas
creadas; deducción realizada a la luz de la verdad revelada,
que por medio de la Iglesia iluminaba (Nota del que
escribe
iluminaba a aquéllos doctores, quiere decir, no que
se trate de la Iglesia que ya no ilumine) como una estrella
la mente humana. Por eso no hay que admirarse de que
algunas nociones suyas (de los doctores) hayan sido no
sólo empleadas, sino también sancionadas por los concilios
ecuménicos; de suerte que no es lícito apartarse de ellas...
El desprecio de los términos y de las nociones que suelen
emplear los teólogos escolásticos lleva naturalmente a
enervar la teología especulativa, la que, por fundarse en
razones teológicas, ellos, (los teólogos modernos) juzgan
que carece de verdadera certeza".



CONTINUARÁ...
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Pero sería cuestión de remitir al lector al documento mismo de Pío XII al
respecto para conocer toda su exposición. Aquí interesa hacer notar cómo
hasta este Papa el método escolástico y en particular la doctrina dogmática
propuesta por Santo Tomás aparecen como aprobados y ordenados a seguir
por lo que constituye el Magisterio de la Iglesia. No fue Santo Tomás un
filósofo opinante cuya doctrina se pueda tomar o dejar a sabor por los
católicos, ¡ni mucho menos por los que se digan Papas!.. Es el Magisterio de
la Iglesia el que ha hablado, y es lo que nos importa, y este Magisterio se ha
expresado así acerca del contenido de las Encíclicas,
-consideradas inválidas
por los postconciliares-. Sobre el valor permanente de las Encíclicas dice S.S.
Pío XII;
se trata precisamente de lo que expone en Humani Generis a
sabiendas de que los Modernistas van a replicar que "no está proclamando
dogma de fe"
:


"Ni hay que creer que las enseñanzas de las Encíclicas no exijan de suyo
asentimiento, por razón de que los Romanos Pontífices no ejercen en ellas la
suprema potestad de su Magisterio ordinario, del cual valen también aquellas
palabras: "El que a vosotros oye a Mí me oye" (Luc. 10,16) y la mayor parte
de las veces, lo que se propone e inculca en las Encíclicas, ya por otras
razones pertenece al patrimonio de la doctrina católica. Y si los Sumos
Pontífices en sus Constituciones de propósito pronuncian una sentencia en
materia disputada, es evidente que, según la intención y voluntad de los
mismos Romanos Pontífices esa cuestión no se puede tener ya como de libre
discusión entre los teólogos"...
Refiriéndose una vez más a la doctrina
filosófica de Santo Tomás (que no propone, sino que impone como la católica
junto con los otros Pontífices) dice: "Esta filosofía, reconocida y aceptada por
la Iglesia, defiende el verdadero y recto valor del conocimiento humano. Los
inconcusos principios metafísicos, a saber, los de razón suficiente, causalidad
y finalidad, y la posesión de la verdad cierta e inmutable"
(33).


Ahora bien, necesariamente surge una interrogación: Wojtyla seminarista,
estudiante de filosofía, y teología, ¿acaso no fue educado en la doctrina
católica por sus maestros eclesiásticos? Ciertamente, a causa de la
dominación, primero nazi y después comunista en Polonia, realizó sus
estudios eclesiásticos en forma clandestina e improvisada, bajo el sistema de
ocultación que organizó el entonces arzobispo metropolitano de Cracovia,
Adam Sapieha, bajo cuya influencia Karol Wojtyla se decidió a abandonar la
carrera teatral por la que se inclinaba (y en la cual ya hacía progresos) por la
vida sacerdotal. Pero hay que hacer notar que en la clandestinidad en ese
mismo tiempo estudiaron muchísimos seminaristas en toda Europa ocupada, y
que sepamos, por lo menos de nombre ilustre, no hubo quien perdiera la fe a
causa de los estudios clandestinos. De hecho, Sapieha fue quien invitó a
Wojtyla a ser sacerdote, preguntándole qué haría al terminar los estudios
secundarios; Karol le había contestado entonces que iba a estudiar literatura
polaca y filología. Sapieha hizo la insinuación al estudiante de que ingresara al
seminario después de que el muchacho tuvo a su cargo el discurso de
bienvenida al metropolitano en ocasión de una visita de éste a Wadowice. Esto
sucedía en el año 1938. Para 1942 la carrera teatral de Wojtyla anunciaba un
éxito definitivo. Se había dedicado a ser actor desde los catorce años de edad y
para 1941 el comentarista y director Julius Osterwa podía decir: "Ha nacido
un gran actor"
(34). Pero en 1942, "tras una larga conversación con su confesor,
el padre Figlewicz, Karol Wojtyla fue a la residencia del arzobispo Sapieha
para anunciar: "Deseo ser sacerdote"
Así se unió de inmediato a las filas de los
seminarista secretos en un sistema que los biógrafos dicen "estaba
cuidadosamente organizado", aunque ciertamente es de creer que en aquellas
circunstancias sería difícil desarrollar un completo plan de estudios. Si
consideramos que Wojtyla ingresó al "seminario" clandestino en 1942, con
cambios de "escondite", presión de riesgos, seguramente con necesaria
carencia de maestros, y que fue ordenado sacerdote sólo cuatro años después,
en 1946, y esto "seis meses antes que sus compañeros de curso"(35), podemos
apreciar que no tuvo tiempo de llevar las materias debidas en el tiempo que la
Iglesia prescribe siendo además enviado a terminar la teología, -y la filosofía
bajo el judío Ingarden, su obligado maestro en la Universidad del Estado, la
Jagellona, donde recibiría influencias de pensamiento anticatólico que -por lo
que sea- no rechazó para permanecer fiel al pensamiento católico.


Pero hay otro punto interesante que considerar. Dicen los biógrafos que a
cada seminarista estudiante en la clandestinidad se le asignaba "un profesor
que lo supervisaba individualmente.
El director de estudios de Wojtyla fue
según eso un sacerdote llamado Kazimerz Klosak, quien puso en manos de su
alumno una obra llamada "Teología natural", de un autor llamado Kazimierz
Wais. De este libro dicen los biógrafos que dijo el improvisado estudiante:
"Finalmente me abrió todo un mundo nuevo, me mostró una manera nueva de
ver la realidad y me hizo tomar conciencia sobre asuntos que yo escasamente
alcanzaba a vislumbrar antes".
Esta afirmación podría no llamar la atención si
posteriormente no se hubiera observado la "insólita nueva manera" totalmente
distinta de la católica, de ver la realidad que después expondría Wojtyla. No
conocemos la obra que tanto le inspiró en su juventud, pero por el resultado
evidente de aquella formación podemos suponer que podría tratarse de alguna
de las novedades filosóficas teológicas de tipo modernista, -herético- contra
las cuales ya venían luchando los Pontífices. La expresa mención de dicha
obra en la biografía es ya significativa; algo tiene que ver con la "oculta
historia" sin duda; de no ser así no la mencionarían con los elogios de
Wojtyla. Por el ejemplo de Wojtyla insertado en un plan por los interesados,
se puede colegir que ni la guerra que alcanzó a su patria libró a la Iglesia de la
conspiración judeo-masónica y de la invasión del pensamiento modernista.



CONTINUARÁ...


(33) Colección Completa de Encíclicas Pontificias. Facultades de Filosofía y Teología de San
Miguel. Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1952. "Humani Generis". Pag. 1677.
(34) Su Santidad. Pág. 76.
(35) Ibid., pág. 84.
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Por otra parte, personajes y sucesos se relacionan en "Su Santidad". Fue el
arzobispo Sapieha quien necesariamente designó el director de estudios al
seminarista Karol Wojtyla, director que pondría en manos de éste sospechosas
obras. Aquí es imposible no preguntarse:

¿EL ARZOBISPO SAPIEHA FORMARÍA PARTE DEL
PLAN SOBRE EL FUTURO «JEFE DE LA CRISTIANDAD?



Dentro del plan de esa «oculta historia» parecen surgir muchos nombres, y
aquí cabe hacer otra observación sobre el arzobispo Adam Sapieha, quien
llamó al sacerdocio a Karol Wojtyla y lo ordenó sacerdote con cuatro años de
estudios y seis meses antes que a sus compañeros. Tal parece que Sapieha
tenía prisa en ordenar sacerdote a Wojtyla,
particularmente si ponderamos el
hecho de que le había negado el permiso para ingresar a un convento de
religiosos carmelitas; permiso que denegó dos veces, la segunda de éstas
cuando Wojtyla, al regresar de Roma a donde le envió a estudiar por dos años,
le solicitó nuevamente el permiso. Se dice en la biografía que comentamos,
que cuando el provincial de los carmelitas insistió ante el arzobispo que
concediese el permiso solicitado, «Sapieha le hizo saber qué lugar ocupaba
Wojtyla en los planes del arzobispo... Al finalizar la guerra nos quedamos con
muy pocos sacerdotes. Necesitamos mucho a Wojtyla en la diócesis».
Para
luego añadir: Más adelante lo necesitará la Iglesia entera»(36).


Demasiadas y trascendentes coincidencias para tratarse de casualidades
sobre «profecías» acerca de un futuro «Papa».



Del arzobispo Adam Sapieha dicen los biógrafos de Wojtyla que «era un
patricio, un patriota y un político»,
que tenía orígenes aristocráticos. Su padre
y su abuelo habían participado en rebeliones contra el Zar, y durante la
segunda guerra mundial, «cinco de sus parientes más cercanos fueron
asesinados por los nazis».
¿Asesinados, acaso por ser judíos? Si no fuera así
¿por qué la mención de que murieron a manos de los nazis?



Pero, este comentario podría quedar incompleto si no exponemos algo sobre
la filosofía Fenomenológica de Wojtyla, «bella por su antitomismo» -como la
calificó el vocero del Vaticano, Navarro Vals- que sustenta, entre otras teorías
anticatólicas, Juan Paulo II.



(36) Ibid., pág. 84.


CONTINUARÁ...
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...Mencionando a Navarro Vals, conviene hacer una breve reseña sobre este
personaje, que ocupa tan importante cargo cerca de Karol Wojtyla. Aquí
referiremos datos proporcionados en el libro titulado «Un escritor en busca de
Dios»,
del novelista español José Luis Olaizola, que se editó con el subtítulo
"El Opus Dei, mi Trayectoria Personal»(37).


Además de narrar dicha trayectoria, el autor dedica el Capítulo XII, en las
páginas 169 a 203, a su entrevista en Roma con el Dr. Navarro Vals, haciendo
con este motivo una significativa presentación de Juan Paulo II, con quien
Navarro Vals está en estrecha y constante comunicación, no sólo en virtud de
su cargo sino, además, por otras coincidencias de pensamiento, sin las cuales
no podría ocupar dicho puesto.



Joaquín Navarro Vals, español, tiene una trayectoria de su vida intelectual
un tanto difusa. Se graduó como médico, hizo luego una especialidad en
psiquiatría en la Universidad de Barcelona. Después dejó la medicina para
dedicarse al teatro, mostrando así otra afinidad con Wojtyla, y dirigió a un
grupo teatral en Granada. Posteriormente obtuvo un título en la Escuela de
Periodismo, y sus aptitudes le valieron ser nombrado corresponsal del
periódico madrileño ABC en Roma y en el Mediterráneo Oriental. En Roma
estuvo varios años realizando diversas actividades antes de ocupar el puerto
que ahora desempeña en el Vaticano. En el Mediterráneo se especializó,
curiosamente, en lengua hebrea.


Durante su estancia en Roma antes, como miembro numerario del Opus Dei,
cumplió algunas otras encomiendas, y siendo Presidente de la Asociación
Internacional de Periodistas, fue cuando lo invitó personalmente Juan Paulo
II, para ocupar el cargo de Director de la oficina de Prensa del Vaticano. Ya
antes había conocido a Juan Paulo II, en algún viaje. Navarro Vals es también
autor de un libro titulado «Fumata Blanca». (Probablemente, sin gran
suspicacia, la obra podría relacionarse con la «fumata» que anunció la
«elección» de Karol Wojtyla, como Juan Paulo II).


Mas pasemos a la breve exposición sobre el tipo de la filosofía antitomísta
sustentada por Karol Wojtyla, y la que, precisamente, por ser anticatólica,
según su preceptora, la doctora Tymieniecka, le hizo «apto para ser el futuro
jefe de la cristiandad».



CONTINUARÁ...


(37) Un escritor en Busca de Dios. José Luis Olaizola (El Opus Dei, mi trayectoria personal).
Editorial Planeta, España, 1994. Págs. de 179 a 203.
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Re: Karol Wojtyla, EL GRAN HEREJE

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LA FENOMENOLOGÍA


Uno de los movimientos filosóficos que aparecen a principios de este siglo,
es la Fenomenología, a la que se le menciona entre los tres más importantes. A
partir de 1925 esta corriente filosófica se constituye en un factor de poderosa
influencia entre los pensadores de esta época y de los años subsiguientes. Su
fundador, más bien compendiador con ideas nuevas, es el alemán Edmundo
Husserl,
nacido en 1859 y fallecido en 1936. Sus teorías se derivan de las
doctrinas anteriores de Franz Bentano y Alexius Meinong, rompiendo con las
tendencias filosóficas del siglo XIX.


La Fenomenología, para decirlo brevemente, es una visión del ser, de la
existencia y sus fenómenos, especial y distinta de otras filosofías,
radicalmente distinta de la Filosofía Escolástica, en particular opuesta al
pensamiento de
Santo Tomás de Aquino. Discípulos de Husserl fueron, entre
los más notables, Max Sheler, Nicolás Hartman, y Martín Heidegger, quienes
a su vez formaron sus propias corrientes. La Fenomenología se inserta con el
Existencialismo entre las filosofías distintas y opuestas, como ya lo hemos
mencionado, al Tomismo, y que lógicamente no pueden hacer suyas los
católicos sin grave rompimiento con la doctrina de la Iglesia Católica, como lo
han expresado los Papas.



Ahora bien, ¿a cuál de estas corrientes se adhiere Karol Wojtyla? No es
nuestro propósito hacer aquí una exposición extensa del tema. Pero nos basta
con hacer notar que el pensamiento del actual «jefe de la cristiandad», ha sido
rigurosamente estudiado por los filósofos y teólogos católicos,
que han puesto
de relieve la total oposición de las doctrinas wojtylianas con la fe católica.


Como en su tiempo también fue estudiado el pensamiento de Paulo VI, así
como previamente se hizo lo propio con el de Juan XXIII.


A Dios gracias, existe un abundante material sobre el examen hecho a las
teorías de Juan Paulo II desde el principio de su elección. La Encíclica
Redemptoris Hominis mereció comentarios como el del Dr. Wiegand Siebel:
«El programa de Juan Paulo II», y la «Antroposophia de Karol Wojtyla, una
Confrontación doctrinal», del Dr. Carlos Disandro. En la actualidad entre
otros el teólogo alemán Johannes Dormann nos ofrece una análisis reciente de
las doctrinas de Karol Wojtyla, con un espacio dedicado a la filosofía de éste.
Por ello, junto con Dormann y otros eminentes pensadores católicos,
opinamos, que la corriente fenomenológica por la que se inclina Wojtyla es la
de Max Sheler (38).


CONTINUARÁ...


(38) El Itinerario Teológico de Juan Paulo II. (Hacia la Jornada Mundial de Oración de las Religiones
en Asís) Johannes Dormann. Volumen I, pág. 60. Ediciones del Oeste, Buenos Aires, Argentina,
1994.
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