24 Entonces, dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere seguirme, renúnciese a sí mismo, y lleve su cruz y siga tras de Mí. 25 Porque el que quisiere salvar su alma, la perderá; y quien pierda su alma por mi causa, la hallará. 26 Porque ¿de qué sirve al hombre, si gana el mundo entero, más pierde su alma? ¿O qué podrá dar el hombre a cambio de su alma? (Mateo 16, 24-26)
42 Jesús les respondió: “Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a Mí, porque Yo salí y vine de Dios. No vine por Mí mismo, sino que Él me envió. 43 ¿Por qué no comprendéis mi lenguaje? Porque no podéis sufrir mi palabra. 44 Vosotros sois hijos del diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad, porque no hay nada de verdad en él. Cuando profiere la mentira, habla de lo propio, porque él es mentiroso y padre de la mentira. 45 Y a Mí porque os digo la verdad, no me creéis. 46 ¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado? Y entonces; si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? 47 El que es de Dios, escucha las palabras de Dios; por eso no la escucháis vosotros, porque no sois de Dios.” (Juan 8, 42-47)
1 Teniendo que gloriarme, aunque no sea cosa conveniente, vendré ahora a las visiones y revelaciones del Señor. 2 Conozco a un hombre en Cristo, que catorce años ha —si en cuerpo, no lo sé, si fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe— fue arrebatado hasta el tercer cielo. 3 Y sé que el tal hombre —si en cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé, Dios lo sabe— 4 fue arrebatado al Paraíso y oyó palabras inefables que no es dado al hombre expresar. 5 De ese tal me gloriaré, pero de mí no me gloriaré sino en mis flaquezas. 6 Si yo quisiera gloriarme, no sería fatuo, pues diría la verdad; mas me abstengo, para que nadie me considere superior a lo que ve en mí u oye de mi boca. 7 Y a fin de que por la grandeza de las revelaciones, no me levante sobre lo que soy, me ha sido clavado un aguijón en la carne, un ángel de Satanás que me abofetee, para que no me engría. 8 Tres veces rogué sobre esto al Señor para que se apartase de mí. 9 Mas Él me dijo: “Mi gracia te basta, pues en la flaqueza se perfecciona la fuerza.” Por tanto, con sumo gusto me gloriaré de preferencia en mis flaquezas, para que la fuerza de Cristo habite en mí. 10 Por Cristo me complazco en las flaquezas, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12, 1-10)
Nadie elige su cruz. La cruz que tenemos que llevar para ser fieles imitadores de Nuestro Señor Jesucristo
y salvarnos nos ha sido dada por el Padre Eterno en su infinita sabiduría y misericordia. Lo verdaderamente
importante pues es conocer y aceptar esa cruz, y después cargar con ella por mucho que pese y portarla
con dignidad y sin protestar. Porque la cruz la tenemos que llevar todos los que queramos seguir a Jesucristo,
es un requisito indispensable para ser discípulos suyos y poder salvar nuestras almas. Dios, en su infinita
sabiduría y en su gran bondad, ha dispuesto que todos tengamos nuestra cruz particular, aquella que bien
llevada tiene el poder de salvar nuestras almas. La cruz hay que llevarla, nos guste o no. Si no la aceptamos,
si queremos vivir sin cruz, nuestra vida será un infierno, una enorme mentira, y al final, cuando ya apenas
quede tiempo para arrepentirse y enmendarse, habrá que convenir en que nos hemos equivocado pensando
que íbamos a salvarnos sin querer llevar la cruz que Dios nos había dado. Porque si no queremos portar con la
cruz, ésta nos aplastará durante el resto de nuestra vida. Y lo más terrible, servirá para acusarnos en el juicio
particular ante Dios y sus ángeles y santos. La única manera de agradar al Señor y de procurarnos la salvación
es pues aceptando y llevando la cruz a imitación de Nuestro Señor Jesús. No hay otro camino para ir al Cielo.
CONTINUARÁ...