Re: SAN JOSÉ (19 de marzo) - Sermón de Bossuet
Publié : dim. 31 mars 2019 12:12
Pero, cristianos, ¿podremos explicar bien, por qué es necesario que Jesús se
oculte, por qué este eterno esplendor de la faz del Padre celestial se cubre con
una oscuridad voluntaria durante el espacio de treinta años? Ah, soberbio, ¿lo
ignoras? Hombre mundano, ¿no lo sabes? Tu orgullo es su causa, es tu vanidoso
deseo de aparecer, es tu infinita ambición y esta complacencia criminal que te
hace desviar vergonzosamente hacia una perniciosa diligencia por agradar a los
hombres cuando debe emplearse para agradar a tu Dios. Es por eso que Jesús se
esconde, Él ve el desorden que produce este vicio; Él ve el daño, que esta pasión
hace en las almas, las raíces que echa ahí y cuánto corrompe toda nuestra vida
desde la infancia hasta la muerte: Él ve las virtudes ahogadas por este cobarde y
vergonzoso temor por parecer prudente y devoto: Él ve los crímenes cometidos, o
para acomodarse a la sociedad por una condenable complacencia, o para
satisfacer la ambición, a la cual se sacrifica todo en el mundo. Pero, fieles, eso no
es todo: Él ve que este deseo de parecer destruye las virtudes más eminentes,
haciéndolas equivocar, substituyendo la gloria del mundo en lugar de la del cielo,
haciéndonos hacer por el amor de los hombres lo que se debe hacer por el amor
de Dios. Jesucristo ve todos estos males causados por el deseo de aparentar y se
esconde para enseñarnos a despreciar el ruido y el brillo del mundo. Él no cree
que su cruz baste para domar esta furiosa pasión; Él elige, si es posible, una
condición más baja y donde, de alguna manera, está más anonadado.
Porque, finalmente, no temeré decirlo: Mi Salvador, os conozco mejor en la
cruz y en la vergüenza de vuestro suplicio, que no en esta bajeza y en esta vida
desconocida. Aunque vuestro cuerpo esté todo desgarrado, vuestra cara esté
ensangrentada y que muy lejos de parecer Dios, no tengáis ni siquiera rostro de
hombre, sin embargo no me estáis tan oculto y veo, a través de tantas nubes,
algún rayo de vuestra grandeza en esta firme resolución, con la cual superáis los
más grandes tormentos. Vuestro dolor tiene dignidad, puesto que os hace
encontrar un adorador en uno de los compañeros de vuestro suplicio. Pero aquí
no veo sino lo bajo: y en este estado de anonadamiento un antiguo tiene razón de
decir que sois injurioso a vos mismo: Adultus non gestit agnosci, sed
contumeliosus insuper sibi est (31). Es injurioso a sí mismo, porque parece que no
hace nada y que es inútil al mundo. Pero él no rehúsa esta ignominia; quiere sí
que esta injuria sea agregada a todas las otras que ha sufrido, con tal de que
ocultándose con José y con la bienaventurada María nos enseñe por este gran
ejemplo, que si un día se exhibe al mundo, será por el deseo de sernos útil y por
obedecer a su Padre; que, en efecto, toda la grandeza consiste en conformarse a
las órdenes de Dios, de cualquier manera que le plazca disponer de nosotros: y,
finalmente, que esa oscuridad a la cual tanto tememos, es tan ilustre y tan
gloriosa, que puede ser elegida incluso por un Dios. He aquí lo que nos enseña
Jesucristo oculto con toda su humilde familia, con María y José, a quienes asocia
a la oscuridad de su vida, porque lo son muy queridos. Participemos pues con
ellos, y ocultémonos con Jesucristo.
SIGUE...