¡APÓSTATA! (1971) por el Rev. P. Joaquín SÁENZ Y ARRIAGA

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InHocSignoVinces
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Vamos a citar, siguiendo aquí la admirable síntesis del P. Julio Meinvielle, las grandes tesis de la metafísica tomista, que Miranda y de la Parra no conoce o, por lo menos tiene olvidadas. Estas tesis "se oponen radicalmente al pensamiento kabalístico y gnóstico, en todas las formas y variantes, en que éste se ha ido expresando a través de la historia". Esta síntesis viene a echar por tierra "el dios de la Biblia", "el conocimiento de Yavé", "el anticulto", que José Porfirio, contaminado por la kábala judía, había planteado, para sacar su definitiva consecuencia: el cambio de las estructuras por la implantación del comunismo. MARX Y LA BIBLIA EXIGEN ESE CAMBIO AUDAZ, COMPLETO, INAPLAZABLE DE TODAS NUESTRAS ESTRUCTURAS.


La religión católica no es, propiamente hablando, una filosofía. Es una revelación, que Dios nos ha dado, en la que encontramos las verdades que hemos de creer, los mandamientos que hemos de guardar, los sacramentos y ritos, por donde hemos de recibir la vida divina que Cristo vino a darnos, para que la tuviéramos y la tuviéramos abundantemente. Santo Tomás nos presenta, en síntesis no igualada, las verdades todas de nuestra religión católica:


"a) El ser inteligible y los primeros principios. Santo Tomás enseña, siguiendo a Aristóteles, (y Aristóteles sigue el camino de búsqueda de la verdad) que el primer objeto conocido por nuestra inteligencia, es el ser inteligible de las cosas sensibles; es el objeto de la primera aprehensión intelectual, que precede al juicio. Lo primero, que cae, en la concepción del entendimiento es el ente; porque, según esto, cada cosa es cognoscible, en cuanto está en acto; de donde el ser es el propio objeto del entendimiento, y así también es el primer inteligible, como el sonido es el primer audible. (Suma Teológ. I, 5,2).


"En el ser inteligible, así conocido, nuestra inteligencia capta primeramente su oposición al no-ser, que es expresada en el principio de contradicción, el ser no es el no ser. Nuestro entendimiento naturalmente conoce el ser y las cosas que de suyo son del ser, en cuanto tal, en el cual conocimiento se funda el conocimiento de los primeros principios, como no se puede afirmar y negar al mismo tiempo (o la oposición entre el ser y el no-ser) y otros semejantes. (Contra gentes, I, II, cap. 83).


"Así nuestro entendimiento conoce el ser inteligible y su oposición a la nada, antes de conocer explícitamente la distinción del "yo" y del "no-yo". Enseguida, por reflexión sobre su acto de conocimiento, juzga sobre la existencia actual de éste y del sujeto pensante, y después de tal cosa sensible singular, captada por el sentido. (Suma Teol. I, 86,1.). La inteligencia conoce primero los universales, mientras que los sentidos alcanzan lo sensible y lo singular.


"El primer principio enuncia la oposición del "ser" y de la "nada"; su fórmula negativa es el principio de contradicción. Su fórmula positiva es el principio de identidad: lo que es, es; lo que no es, no es. Al principio de contradicción o de identidad se subordina el principio de razón de ser, tomado en toda su generalidad: todo lo que es, tiene razón en sí, si existe por sí; en otro, si no existe por sí. La pregunta del por qué sí, pregunta por la causa; pero a la pregunta del por qué sí, no se responde sino con alguna de las cuatro causas".


"Al principio de razón suficiente se subordina el principio de causalidad, que se formula así: todo lo que llega a la existencia tiene una causa suficiente, o también, todo ser contingente, aunque existiera ab aeterno, tiene necesidad de una causa eficiente, y, en último análisis, de una causa incausada.


"Como lo señala Gilson, el realismo tomista no se funda sobre un postulado, sino sobre la aprehensión intelectual del ser inteligible de las cosas sentidas, sobre la evidencia de esta proposición fundamental: aquello que primero concibe el entendimiento como conocidísimo y en lo cual todas las concepciones se resuelven, es el ente. Sin este primer principio, no sería verdad el principio de Descartes: Cogito, ergo sum.


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InHocSignoVinces
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"b) Las vías tomistas de la existencia de Dios. Sobre el principio de causalidad descansan las pruebas clásicas de la existencia de Dios. Si en el mundo hay seres, que llegan a la existencia y que enseguida desaparecen, si en él hay seres que tienen una vida temporaria y perecedera, hombres de una sabiduría muy limitada, de una bondad muy restringida, de una santidad que tiene siempre sus imperfecciones, es necesario que haya en la cima de todo, Aquel, que es de toda la eternidad, el Ser mismo, la Vida misma, la Sabiduría misma, la Bondad misma, la Santidad misma. De otra suerte, lo más saldría de lo menos. Esta prueba general contiene virtualmente todas las otras pruebas a posteriori, que están fundadas sobre el principio de causalidad.

"Santo Tomás demuestra muy bien que la cumbre de las pruebas de la existencia de Dios no es otra que el Esse subsistens, el mismo ser suficiente. Estas cinco vías no son sino arcos, que rematan en la misma clave de la bóveda. Cada una, en efecto, termina en un atributo divino: primer motor de cuerpos y espíritus, primera causa eficiente, primer necesario, ser supremo, inteligencia suprema, que dirige todo. Ahora bien, cada uno de estos atributos no puede pertenecer sino a Aquel, que es el Ser mismo Subsistente y que solo puede decir: EGO SUM QUI SUM, Yo soy el que soy.

"c) La trascendencia del esse, del ser de los entes. Al hacer del esse el constitutivo mismo de la esencia divina, se plantea la cuestión de que el esse no puede identificarse con la esencia creada y, por lo mismo, debe ser una actualidad nueva añadida a la esencia creada y por la que ésta existe. Es decir que toda esencia creada existente lo es por "un acto del esse". Esto atrae la trascendencia del "acto de esse" o del esse sobre la existencia real, como principio y como acto. Es más importante que el sujeto o el contenido sobre el que actúa.

"Por consiguiente, mientras la existencia como "hecho" es una cosa fundada, el esse es el acto que la funda, y la esencia una posibilidad, realizada por el esse en la existencia. El hombre no emerge sino por un referirse, típicamente suyo, al esse de las cosas que encuentra y no propiamente por un referirse al mundo de las esencias, como lo piensan los filósofos formalistas, es decir, en último término, esencialistas.

"El ser de los entes es entonces lo importante y lo originario de la metafísica tomista y cristiana; es lo que trasciende todo el universo creado, incluido el hombre. Pero el ser de los entes no es sino una participación o una imitación o una asimilación del ESSE subsistens. Este ser de los entes creados es comunicado por Dios a las creaturas por vía de causalidad eficiente, por vía de causalidad ejemplar y por vía de causalidad cuasi-formal. Lo que hace que las cosas sean no son las esencias sino el "esse", el ser que les es comunicado por Dios, por vía de causalidad eficiente, produciendo ese "esse", ser de las cosas, y a través de ese "esse", el ser y la cosa misma. Si hay causalidad eficiente, el que causa, es decir Dios, queda fuera del efecto causado. Dios queda fuera de la creatura. La creatura es ontológicamente otra cosa que el Creador. El ser de la creatura no es el ser del Creador, aunque el Creador esté íntimamente presente en la creatura, sosteniendo su ser, el cual se disiparía y se reduciría a la nada, si Dios dejase de sostenerla.

"Dios comunica el ser, por vía de ejemplaridad, es decir, que Dios, inteligente y libre, para crear, concibe primeramente en su mente divina y lo concibe desde la eternidad, todo el orden de las cosas creadas, en sus infinitas relaciones. Todo ese orden de lo que las cosas son y de las relaciones de las cosas entre sí, que representa un eidos, una idea, una forma inteligente, una esencia y un orden esencial, viene también de Dios.

"Finalmente, Dios comunica el ser por vía de causalidad cuasi-formal, por cuanto ese ser de las creaturas, salvada la infinita distancia, es ser que deriva y que participa del Ser del Creador. Así como el fuego viene del Fuego mismo, y la luz de la luz, el ser de la creatura viene del "Esse subsistens". No recibiría el esse la creatura, si Dios no fuese "Esse" en su esencia, que lo comunica al orden creado. Por eso, el esse de las creaturas es, en cierto modo el Esse del Creador extendido a la creación. La misma forma del Esse se extiende a las creaturas. Esto en cierto modo. Por eso decimos cuasi-formal. Porque no es el mismísimo e idéntico ser de Dios el que se comunica a la creatura —sería absurdo panteísmo afirmarlo—, sino otro ser nuevo, participado, distinto del Creador y, sin embargo, en la más íntima y esencial realidad, esse, porque brota de la fuente del Esse Subsistens.

(Nota: no he querido entrar en el problema metafísico, en el que la antigua escuela de los jesuitas —cuando eran escolásticos— diferían de la escuela tomista, al identificar la esencia y la existencia en los seres creados; no viene a cuento. Sin embargo, creo que para salvar la absoluta trascendencia de Dios, la tesis tomista parece más lógica).


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InHocSignoVinces
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"d) El "esse" de la creación. Hemos dicho que es propio de Dios, cuya esencia es el "Esse", comunicar el primer y más universal esse de las creaturas. "Porque es necesario, dice Santo Tomás, que los efectos más universales se reduzcan a causas más universales y más elevadas; mas, entre todos los efectos, el más universal es el ser mismo. Por lo cual es preciso que sea efecto propio de la causa primera y universalísima, que es Dios. Por eso mismo, se dice en el libro De causis que NI LA INTELIGENCIA, NI EL ALMA dan el ser, sino en cuanto obran por la operación divina. Ahora bien, producir el ser absolutamente, no en cuanto es éste o tal ser, es lo que constituye la acción de crear. Luego es manifiesto que la creación es acción exclusiva de Dios.

"El esse de la creación debe ser necesariamente múltiple, distinto y desigual. Santo Tomás demuestra, contra los filósofos paganos, que la distinción y multitud de las cosas desiguales provienen de la intención del primer agente, que es Dios. En efecto, sacó Dios las creaturas al ser, para comunicarles su bondad y representarla por ellas. Y, como esta bondad no podía representarse convenientemente por una sola creatura, produjo muchas y diversas, a fin de que lo que faltaba a cada una, para representar la divina bondad, se supliese por las otras. Porque la bondad, que en Dios es simple y uniforme, en las creaturas es múltiple y dividida. Así la bondad de Dios está representada y participada de un modo más perfecto por todo el universo en conjunto, que lo estaría por una sola creatura, cualquiera que ésta fuese. Y como la divina sabiduría es causa de la distinción de las cosas, con miras a la perfección del universo, así lo es también de la desigualdad, porque no sería perfecto el universo si en las cosas hubiese un solo grado de bondad. (Suma Teol. I, 47,1 y 2). "Junto con la multiplicidad y desigualdad de las cosas hay que tener en cuenta también la unidad, porque el mismo orden existente en las cosas creadas manifiesta la unidad del mundo puesta por Dios. El mundo se dice uno, con unidad de orden, en cuanto unas cosas se ordenan con respecto a las otras. De donde es necesario que todo pertenezca a un único mundo. Y los que pusieron varios mundos, como Demócrito, no pusieron la sabiduría divina como ordenadora del mundo, sino la casualidad.

"e) La creación es acto libre de la inteligencia y de la voluntad del Creador. La causa ejemplar de la creación. Dios es causa de las cosas por su entendimiento y voluntad, como lo es el artífice de sus artefactos. El artífice obra según la concepción de su entendimiento y por el amor de su voluntad hacia un fin. La ciencia del artífice es causa de lo fabricado, porque el artífice obra guiado por su pensamiento, por lo cual, la forma, que tiene en el entendimiento, es principio de la operación, como el calor lo es de la calefacción.

"Esto pone de relieve la importancia de la causa ejemplar en la creación. La creación no es efecto del puro y solo poder de Dios, de la causa eficiente, sino de la causa eficiente dirigida por la sabiduría del entendimiento, por la causa ejemplar. La causa ejemplar dirige y da forma a la acción omnipotente divina. Esta causa ejemplar no se impone a Dios desde fuera; la encuentra en sí contemplando su esencia. Por el hecho mismo de que El es el Ser, pone, como posibles, todos los seres finitos. Estas ideas ejemplares no son momentos distintos realmente de la inteligencia divina, sino que no tienen otra existencia que la existencia de Dios, y existen ab aeterno en la simplicidad de su esencia. El número de estas ideas ejemplares es infinito, en el sentido de que la esencia divina, siendo infinita, asegura la posibilidad de producir una infinidad de tipos o especies infinitos y aun la infinidad de individuos del mismo tipo.


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