"También se ha discutido en Lovaina sobre la ¡ntercomunión, o, como prefiere decir Max Thurian de Taizé,
sobre "la hospitalidad eucarística". Ésta, en suma, consiste en tomar la participación común en la comunión
eucarística como un medio para procurar la unidad cristiana y promoverla más allá de los casos en que ya está
autorizada. En estos casos, de hecho, no se quiere directamente promover la unidad, sino procurar un auxilio
espiritual a quien no lo puede conseguir de otro modo. Un mes antes, en los primeros días de julio, el cardenal
Willebrands, comentando las cartas que se enviaron al papa Paulo VI y al Patriarca Atenágoras, observaba
que aun entre los ortodoxos y católicos, que están de acuerdo sobre la doctrina eucarística, la participación del
mismo cáliz, escribe, será un acto que expresará y sellará la completa reconciliación entre la Iglesia Católica y
la Iglesia ortodoxa: será la señal y la realización de la plena comunión. Este será el gran día". (L'Osservatore
Romano). Entre tanto, progrese cada Iglesia hacia la unidad, celebrando la Eucaristía, según la propia tradición.
En cuanto a los impacientes, jóvenes u otros, es de desear que su deseo de la comunicación eucarística
encienda en ellos el deseo de la fe común".
"El Director de la Comisión Fe y Constitución es el Pastor Lukas Vischer, que mantiene, como su predecesor,
el Dr. O. Tomkins, obispo de Bristol, la línea de la búsqueda de la unidad espiritual de los cristianos, y no sólo
de una simple federación. Para promover esta unidad ha propuesto la idea de un Concilio universal, que
habrían de preparar todas las Iglesias (L'Osservatore Romano, 27 de septiembre 1970). No se trata de una Asamblea
ordinaria, como las del Consejo Ecuménico, sino de un verdadero Concilio, esto es, de la reunión de los
representantes de toda la cristiandad, unidos entre sí hasta el punto de constituir una comunión, de deliberar
juntamente y de tomar decisiones aceptables para todos. Para la preparación cuenta con la acción
convergente de grupos interconfesionales, que constituirán entre sí, bajo el influjo del Espíritu Santo,
comuniones locales, que multiplicándose e imponiéndose darán por resultado una comunión universal. Lo
excelente de esta idea consiste en orientar las actividades locales hacia un fin universal, concreto y atrayente.
Pero no faltan las dificultades, que, al menos, los ortodoxos y los católicos no pueden menos de oponer. En
Lovaina las expresó Meyendorff: "Un Concilio genuino supone la unidad de fe ya realizada o, al menos, como
en Florencia, debe ser convocado para completar tal unidad, deseada ya por las dos partes y que se presenta
como un fruto sazonado. ¿Cuándo se dará semejante situación para todas las Iglesias cristianas? Luego los
grupos locales, si se quiere evitar la anarquía y nuevas divisiones, deberán conformarse con la ortodoxia de
sus iglesias y, para esto, recibir su dirección de alguna jerarquía. No pertenece a la base, como se dice, el
gobernar. Cuando se procede de una manera contraria a la institución de Cristo, no es el Espíritu Santo el que
guía".
No puedo yo entender todo este movimiento ecumenista, en el que todas las sectas o las iglesias cismáticas
han manifestado su inequívoco deseo de permanecer firmes en su propio CREDO, dejándose querer por la
Iglesia Católica, que parece la única dispuesta a modificar, silenciar o eliminar sus dogmas, su moral, su liturgia
y su misma disciplina. Me temo que por ese camino se cumpla lo que anunciaba el masónico Gran Oriente de Francia:
"No es el patíbulo lo que le espera al Papa, sino una proliferación de iglesias locales, en donde, en vez de la
unidad, encontremos nuevas e insospechadas divisiones".
Y son los jesuitas de la nueva ola los que principalmente están llevando adelante este movimiento ecuménico
de la Iglesia, que vino a paralizar su labor apostólica y las conversiones que de día en día se multiplicaban
antes de Juan XXIII, ya que los "separados", viendo la inestabilidad, la inconsistencia, la incredulidad de sus
iglesias, infiltradas por judíos, masones y comunistas, buscaban la verdad inmutable de la Iglesia Católica,
Apostólica y Romana. Los jesuitas decididamente, apoyados y conducidos por su General, han dado el paso
primero, para arrastrar en pos de sí a innumerables religiosos y sacerdotes, cuya futura actuación es fácil ya,
desde ahora, de prever. El gran viraje de la Iglesia se debe principalmente al viraje de los jesuitas, de las
fuerzas selectas del catolicismo, como ellos mismos se sentían y decían ser.
CONTINUARÁ...

Montini y Arrupe, los cómplices que orquestaron el Hiroshima de la Compañía de Jesús, que resultó en el aniquilamiento de los valientes hijos de San Ignacio de Loyola