Re: "SEDE VACANTE" del R.P. Joaquín Sáenz y Arriaga
Publié : ven. 19 avr. 2019 12:22
La tercera razón no es más convincente: "La Iglesia y el Colegio de la Iglesia no tiene poder alguno sobre la persona del Pontífice, fuera del acto de su elección; terminada la elección canónica, nada se puede hacer, hasta que una nueva elección, por SEDE VACANTE, pueda realizarse". Esta última razón del Cardenal
Ludovico Billot me parece sencillámente una "petitio principii", es decir, presupone lo mismo que se quiere probar. Si, hipotéticamente, el gobierno de un mal pontífice está destruyendo o autodemoliendo la Iglesia, no parece conforme a la institución de Cristo, dejar sin fundamento la Iglesia, hasta que una legítima elección venga a reparar lo que se había destruido. Nótese bien que se trata de un caso de notoria gravedad, como el que estamos viendo. El mal cunde, porque el mal es tolerado; porque los pastores están dormidos o han hecho pactos con los enemigos. Más les importa hoy el así llamado "movimiento ecuménico", que la conservación y defensa de la fe tradicional y apostólica, que recibimos de Cristo.
Queda una tercera hipótesis, que implícitamente ya estudiamos y que muchos, sin fundamento sólido, juzgan
imposible: el caso de que un Pontífice abiertamente abandone la Iglesia, por apostasía, por cisma o por
herejía. Por apostasía, por ejemplo, si el Papa se hiciese un judío practicante. Por cisma, si no quisiera estar
ya con la comunión de la Iglesia Católica. Por herejía, si declarase que él personalmente no cree en algún
dogma de nuestra fe católica; por ejemplo, en la divinidad de Jesucristo, en la transubstanciación, etc. En un
caso tan descarado, no sería necesaria la deposición o declaración legítima de la Iglesia, para desautorizar a
un papa, que por su cuenta se había ya antes desautorizado.
Supuesto este posible caso, nada hay que nos prohiba la suposición de un posible Papa hereje, aunque
aparentemente, parezca guardar la doctrina ortodoxa, como en el caso presente: porque, la prerrogativa de la
infalibilidad, de la que ampliamente ya hablamos, no es una infalibilidad personal, ni constante, sino didáctica y
ocasional, cuando el Papa, como Pastor supremo, quiere enseñarnos la doctrina de la fe; cuando se cumplen
las cuatro condiciones del Vaticano I. Ya antes lo dije: querer canonizar a Juan B. Montini, en vida, por el mero
hecho que ocupa la Silla de Pedro; querer aceptar lo que ha hecho y dicho únicamente por su investidura, es
salirnos de la verdad católica.
La autoridad divina expresamente nos manda el separarnos de los herejes aunque ahora, el movimiento ecumenista del Vaticano II y de nuestras jerarquías parecen llevarnos por caminos opuestos a los que la palabra de Dios nos ha señalado y a lo que la Iglesia siempre nos había enseñado. Dice San Pablo a su discípulo Tito: "Al hombre sectario (al hereje), después de una y otra amonestación, rehuyelo, sabiendo que el tal se ha pervertido y peca, condenándose por su propia sentencia". Y San Juan, el Apóstol de la Caridad Fraterna, en su II carta nos advierte: "Si viene alguno a vosotros y no trae esta doctrina, no le recibáis en casa, ni le saludéis; porque quien le saluda participa de sus malas obras". ¿Qué piensa de estas palabras de San Pablo y de San Juan el Papa Montini?... ¿qué piensan nuestros ecuménicos prelados?..
Porque las palabras de San Pablo y de San Juan están bien claras; no admiten interpretaciones. Y, como
confirmación o explicación de esas palabras inspiradas, podríamos aducir el siguiente argumento teológico:
Poner en peligro nuestra fe es siempre pecaminoso. Es así que el trato ecuménico con los herejes
compromete gravísimamente no sólo nuestra fe, sino la fe de otros muchos. Luego ese movimiento
ecuménico; esa familiar aceptación de los declarados enemigos de la verdad católica, ese "ecumenismo", que admite como observadores, en los Concilios de nuestra Iglesia, a sus seculares enemigos; que participa con
ellos en actos simulados de una inaudita liturgia, que quiere complacer a los mismos errores de los que niegan
y combaten nuestros dogmas; ese abrir las puertas y salones del Vaticano a un Tito y a los mayores corifeos
del comunismo internacional y de judaísmo sectario, esencialmente negación de Cristo; esas legaciones
secretas de los emisarios vaticanos en busca de un acercamiento con el anticristo; ese permitir ahora que
los "separados" puedan acercarse alguna vez a recibir el Sacramento Eucarístico, a Cristo, real y
verdaderamente presente en la hostia consagrada, a los que lo han negado y lo combaten y ahora quieren,
negando a Cristo recibir a Cristo, para vejarlo una vez más y hacer que nosotros le vejemos: todo esto es pecaminoso; todo esto es sacrílego, todo esto es comprometer con el mal ejemplo la salvación de innumerables almas. Si no tuviéramos otros argumentos para denunciar a Juan B. Montini, éste sólo sería suficientísimo para desconocer su pontificado, para denunciar sus compromisos con los enemigos de la Iglesia.
SIGUE...